viernes, 6 de julio de 2007

Los confusos taxistas polacos

En el año 2003, hice en compañía de unas amigas un recorrido bastante completo por Polonia, desde Varsovia a Gdansk, que nos proporcionó una visión bastante completa de ese país que desconocíamos y que nos cautivó, no sólo por la belleza de lo que vimos sino por el tesón de sus habitantes que fueron capaces de reconstruir todo aquello que la segunda guerra mundial había arrasado.
Los polacos en aquel momento estaban muy ilusionados porque en el 2004 entrarían en la UE. La moneda que tenían era el zloty que equivalia a la cuarta parte de un euro y cuyo cambio nos resultaba muy ventajoso. De hecho la guía de Varsovia que nos había llevado a ver lo más importante de esta ciudad, cuando se despidió de nosotros en la ciudad vieja o Stare Mesto, que habíamos recorrido con detenimiento, al preguntarle por un restaurante adecuado para comer, nos dio una contestación que nos llenó de asombro. Dijo " lo mejor es comer en casa ya que los restaurantes son muy caros".
El idioma polaco nos parecía muy difícil porque había palabras en las que se juntaban hasta dieciséis consonantes y ninguna vocal y al verlas escritas nos preguntábamos como sería su pronunciación.
Al día siguiente de nuestra llegada, con la mañana por nosotras, decidimos ir a visitar el Palacio Wilanov, a unos diez km. de Varsovia, para lo que cogimos unos taxis que nos resultaron baratísimos. Tras visitar el Palacio y los hermosos jardines, pensamos en el regreso, pero no había taxis a la vista y cogimos un autobús. No vemos a ningún cobrador y se necesita comprar una tarjeta para viajar en este medio de transporte cosa que no sabíamos. Como no hay forma de adquirirla en ese momento, tiramos por la calle de enmedio y subimos al bus, con gran temor de alguna del grupo que a cada rato pregunta "¿nos bajamos?", sugerencia que nadie acepta porque la perspectiva de recorrer diez km. a pie no nos atraía.
Me siento al lado de una chica polaca que habla muy bien el inglés, cosa que por lo que llevamos visto hasta ahora no es frecuente, y se brinda a decirnos donde debemos bajar. Entablamos conversación y le comento lo difícil que me parece el polaco por la gran cantidad de consonantes que llevan las palabras y me hace ver que muchas de esas consonantes tienen un valor vocálico, y así al menos resulta más pronunciable. Para ella el español tiene el inconveniente de las conjugaciónes que se le hacen cuesta arriba.
Al llegar a la Plaza del Castillo, bajamos después de haber hecho este recorrido gratis obligadas por las circunstancias.
Después de Varsovia seguimos a Cracovia pasando antes por Czestochowa, situado en Jasna Gora, o "montaña luminosa", donde se venera la imagen de esta Virgen Negra que en 1717 fue coronada como reina de Polonia y es lugar de culto mariano para los polacos.
Es tanta la gente que se apretuja en la capilla donde se encuentra la Virgen que cuando tras infinitos esfuerzos consigo llegar hasta ella casi no me atrevo a pedir otra cosa que poder salir de allí de nuevo sin quedar desmembrada.
Cracovia nos enamora a partir de la visión de la Colina de Wawel, rodeada por el río qiue vemos al entrar en la ciudad.
En los días siguientes habrá otras cosas que nos impresionen como la gran Plaza del Mercado, quizá la mayor de Europa, con la Lonja de los Paños y la grandiosa iglesia de Santa María con su trompetero que toca un himno todas las horas, desde una de las torres pero será en el Museo Czartoryskich donde nos espere el gran regalo de contemplar "La dama del armiño" de Leonardo da Vinci que algunas consideramos superior a La Gioconda.
No quiero hablar de las minas de sal de Wielitzka, en las que tuvimos que bajar ochocientos escalones, porque mi objetivo no es relatar este viaje sino incidir en la anécdota que da título a esta entrada que sucedió en Wroclaw, que se pronuncia Wrosuau, - la c, tiene el sonido de s y la l suena u-.
Esta ciudad, cuarta de Polonia, está situada en la llanura del Oder y es la capital de Silesia. También aquí disfrutamos contemplando las hermosas casas de la Liga Hanseática, las curiosas Juanito y Margarita, las más pequeñas del pueblo, así como el bellísimo Ayuntamiento gótico, aparte de muchas otras cosas interesantes.
La guía nos había recomendado dar un paseo en barco por el río Oder y necesitábamos coger unos taxis que nos llevaran al Embarcadero. Con esa intención nos dirigimos a una parada, pero la tarea no resultó muy sencilla porque los taxistas solo hablaban polaco y no conseguía hacerme entender. Se los veía consternados, hasta que uno muy decidido me cogió de la mano y me llevó a toda prisa unos cuantos metros más allá haciéndome entrar en un hotel. Allí me lleva a recepción y me señala a la recepcionista para que le explique lo que quiero. Yo se lo digo a ella en inglés y ella se lo repite al taxista en polaco, que muy feliz exhibe una sonrisa de oreja a oreja. Volvemos a la parada y les dice a los otros taxistas a donde queremos a ir y todos celebran con grandes risas el que por fin nos entendamos.
El paseo que duró una hora, valió la pena. El barco se desliza a través de parques llenos de verdor en la tarde soleada y es un momento mágico en que los puentes que cruzamos, las siluetas de las torres de la catedral y de otros edificios forman un marco único que será un agradable recuerdo de la hermosa Wroclaw.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Prueba