domingo, 8 de julio de 2007

Las listísimas mujeres españolas

Una hermosa leyenda siciliana dice que cuando Dios creó el mundo contempló su obra emocionado y le cayeron siete lágrimas sobre el Mediterráneo que dieron lugar a las Islas Eólicas. Después cogió la tierra y la besó y de este beso nació Sicilia que por eso es llamada "El beso de Dios".

En mi recorrido por esa isla, pude comprobar su belleza y hago mías las palabras de Goethe que al recoger sus impresiones cuando llega a Palermo, emocionado ante la armonía del paisaje no puede menos que exclamar..."Quien ha visto esto ya no lo puede olvidar"

Son muchos los momentos mágicos de que disfruté en ese viaje. Monreale, la pequeña villa a los pies del Monte Caputo, con su monumental catedral que me dejó deslumbrada con la belleza de sus mosaicos que cubren de un dorado resplandor 6.340 metros cuadrados de superficie y que culminan en el gigantesco Pantocrator que preside el abside mayor, punto focal que atrae los ojos del visiante

El Palacio de los Normandos de cuya Capilla Palatina que data del año 1130 se dice que "es la más bella joya religiosa soñada por el pensamiento humano" y que por si sola ya justificaría el viaje.

El Valle de los Templos en Agrigento que recorrimos durante una tarde disfrutando del contraluz del sol que recortaba las ruinosas arcadas a traves de las cuales veiamos el mar tan azul y a donde volveríamos por la noche para contemplar desde abaj0 los templos iluminados, en la cima de la antigua akropolis, mientras una sugerente música trasportaba nuestro espíritu.

Nunca terminaría de hablar de un viaje que me llevó a otros muchos puntos que me dejaron un imborrable recuerdo y referiré la anécdota que surgió cuando nos dirigíamos a visitar el palacio de Maximiliano Hercúleo en la Villa de Cassale, cuyos suelos recubiertos por preciosos mosaicos, son de visión imprescindible.

En Piazza Armerina, bajamos un momento, antes de ir al palacio, para tomar un café. Entramos con un grupo de catalanas que eran compañeras de viaje y otro grupo de La Coruña, en total unas once o doce mujeres y la dueña del bar asombrada al ver tanto elemento femenino preguntó -"¿ y donde están los maridos?" y una de ellas le contestó jocosa "trabajando en España", a lo que la buena señora se hizo cruces y a continuación a todo cliente que entraba en el local le contaba lo listísimas que eran las españolas," ellas a divertirse viajando y los maridos en casa a trabajar". Estoy segura que durante todo el día le sacó mucho partido al cuento.

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